martes, 28 de febrero de 2012

Políticamente correcto


               Anoche mientras cenábamos en familia mis padres, mi hermana y yo, sonó el teléfono. Como de costumbre mi madre es la que se levanta rápidamente a contestar la llamada pero esta vez oímos cómo su voz se quebraba y sonaba casi como un susurro; con el teléfono en la mano derecha y con la izquierda sobre el corazón nos dijo que la madre de Loli, una vecina de toda la vida, se había muerto después de tantos años padeciendo una espinosa enfermedad.
Mi padre la miró, mi hermana pronunció algunas palabras que fueron ininteligibles para mí y yo, yo me quedé mirándola fijamente intentando desentrañar todos los sentimientos que mostraba su cara. En un principio, sintió lástima, me imagino porque mi vecina estaría contándoselo mientras lloraba y después su faz  se mostró más alegre  y no hacía más que repetir que ya, por fin, había descansado.
Qué queréis que os diga pero a mí estas circunstancias me dejan atónita. Una vez que colgó el teléfono y se dispuso a proseguir con la cena, le pregunté a mi madre si iba  a ir al entierro. Me contestó con resignación que qué otra cosa podía hacer, tendría que ir para cumplir con la familia de Loli pero que no le apetecía pasar la mañana soleada de un 28 de Febrero-día de Andalucía- en un entierro. Casi a la velocidad de la luz, y antes de que pudiera terminar la frase, le dije que yo no iría para quedar bien ni mucho menos. Elevando el tono de voz, le dije que se queda bien si vas a una boda, a una comunión o a un bautizo pero ¿a un entierro? ¡Vaya tontería!
Justo después, le hice la misma pregunta a mi padre. Le pregunté si él quería ir pero obtuve la misma respuesta que mi madre sin embargo añadió un- Hay que ser políticamente correcto, Lucía-. Me llené de rabia por lo “políticamente correcto” que debemos ser, entonces le contesté que si cuando me muera van al tanatorio personas que ni conocí, que las conocí pero ni se acordaban de mi nombre o que cuando me las cruzaba por la calle simplemente se hacían las locas para no saludarme, prefiero que no venga nadie y que los que realmente me apreciaban estén ahí, apoyándose los unos a los otros para irse después a celebrarlo a mi  salud.
Mi padre se quedó serio y siguió cenando. Juraría que ni él, ni mi madre, ni siquiera mi hermana me escucharon pero yo sé que sí lo hicieron. No me terminé el postre, directamente me fui a la cama.
Esta mañana se han ido a hacer lo "políticamente correcto” que se debe hacer en esas circustancias, yo sin embargo le mando toda la fuerza del mundo a la hija y a los nietos de la fallecida porque ésta última por fin ha podido descansar en paz.
Un beso, Lola.

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