Anoche
mientras cenábamos en familia mis padres, mi hermana y yo, sonó el teléfono.
Como de costumbre mi madre es la que se levanta rápidamente a contestar la
llamada pero esta vez oímos cómo su voz se quebraba y sonaba
casi como un susurro; con el teléfono en la mano derecha y con la izquierda
sobre el corazón nos dijo que la madre de Loli, una vecina de toda la vida, se
había muerto después de tantos años padeciendo una espinosa enfermedad.
Mi
padre la miró, mi hermana pronunció algunas palabras que fueron ininteligibles
para mí y yo, yo me quedé mirándola fijamente intentando desentrañar todos los
sentimientos que mostraba su cara. En un principio, sintió lástima, me imagino
porque mi vecina estaría contándoselo mientras lloraba y después su faz se mostró más alegre y no hacía más que repetir que ya, por fin,
había descansado.
Qué
queréis que os diga pero a mí estas circunstancias me dejan atónita. Una vez que
colgó el teléfono y se dispuso a proseguir con la cena, le pregunté a mi madre
si iba a ir al entierro. Me contestó con
resignación que qué otra cosa podía hacer, tendría que ir para cumplir con la
familia de Loli pero que no le apetecía pasar la mañana soleada de un 28 de
Febrero-día de Andalucía- en un entierro. Casi a la velocidad de la luz, y
antes de que pudiera terminar la frase, le dije que yo no iría para quedar bien
ni mucho menos. Elevando el tono de voz, le dije que se queda bien si vas a una boda, a una comunión o a un bautizo
pero ¿a un entierro? ¡Vaya tontería!
Justo
después, le hice la misma pregunta a mi padre. Le pregunté si él quería ir pero
obtuve la misma respuesta que mi madre sin embargo añadió un- Hay que ser
políticamente correcto, Lucía-. Me llené de rabia por lo “políticamente
correcto” que debemos ser, entonces le contesté que si cuando me muera van al
tanatorio personas que ni conocí, que las conocí pero ni se acordaban de mi
nombre o que cuando me las cruzaba por la calle simplemente se hacían las locas
para no saludarme, prefiero que no venga nadie y que los que realmente me
apreciaban estén ahí, apoyándose los unos a los otros para irse después a
celebrarlo a mi salud.
Mi
padre se quedó serio y siguió cenando. Juraría que ni él, ni mi madre, ni
siquiera mi hermana me escucharon pero yo sé que sí lo hicieron. No me terminé el
postre, directamente me fui a la cama.
Esta
mañana se han ido a hacer lo "políticamente correcto” que se debe hacer en esas circustancias, yo sin embargo le mando
toda la fuerza del mundo a la hija y a los nietos de la fallecida porque ésta
última por fin ha podido descansar en paz.
Un
beso, Lola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario