miércoles, 29 de agosto de 2012

El poder de los cuentos



"Abelín y el mágico violín" es un cuento que se me ocurrió un día que estuve en un cole de mi ciudad. ¿Sabéis? Los niños suelen emplear la violencia y después, ni siquiera piensan en qué han hecho. Con este cuento se abrió debate en el aula y todo fue a pedir de boca. Fue una experiencia preciosa.
Llevo algún tiempecito escribiendo cuentos, de algunos me siento especialmente orgullosa, pero en general, todos me gustan. Llegados a este punto, tengo que destacar las caritas expectantes de los pequeños, de hecho, a alguno hasta se le ha caído la babita de pura concentración. Me encantaría ganarme la vida contando cuentos o leyéndole poesías e historias a niños. A veces no nos damos cuenta de la potencialidad y el amor que desprenden; sólo vemos un cuerpo diminuto con una enorme imaginación. No nos equivoquemos, tras esa mirada insólita, infantil y divertida, guardan mil y un pensamientos veraces, de ahí la frase de "Los niños siempre llevan la razón". En definitiva, creo que me lo paso en grande jugando y hablando con ellos. Nunca deberíamos perder esa bonita inocencia de ser niño y yo creo que, afortunadamente, aún la conservo.
"La infancia conoce el corazón humano."







PD: La "cuentista" soy yo :)

PD2: Sólo me queda decir: ¡A disfrutarlo! ^^

miércoles, 22 de agosto de 2012

Volando a través de los sueños


Siempre he creído que tendría que haber vivido otra época pero en cuanto lo pensaba, el deseo y las ansias se evaporaban presas del utópico pensamiento. Ayer me dormí tarde, cada vez que intentaba conciliar el sueño dejando mi mente en blanco me resultaba más y más difícil. Hacía muchísima calor  como consecuencia del verano en Sevilla, estamos en pleno mes de Agosto. A pesar de que eran más de las tres de la madrugada, las chicharras me torturaban y desquiciaban con su monótono canto. Al ver que no podía dormirme pensé en hacer mil planes; levantarme y ver una película, tal vez escribir algo espontáneo o leer un poco más al portugués Pessoa. Sin darme cuenta, la nana de las chicharras y la miscelánea de pensamientos fueron introduciéndome en un profundo estado de tranquilidad. Comenzaba a entrar algo de aire por la ventana y fue el vaivén decisivo que necesitaba para ... ¿Caminar? Me encontraba en medio del campo y no llegaba a entender cómo había llegado hasta ahí. Ante mí se extendía un serpeante camino. Vestía un traje azul oscuro de mangas largas, afaroladas en los hombros, con un corte debajo del pecho y caía con algo de vuelo hasta los tobillos. Llevaba el cabello recogido en una trenza y portaba una maleta. Hacía un día extraño, no veía el sol por ningún lado y el cielo tenía un color grisáceo. No sé cuánto tiempo llevaba caminando pero estaba extenuada y sofocada así que decidí sentarme en el suelo y descansar durante unos minutos. Al instante de suspirar y pasarme la mano por la frente, un coche de caballos cogía la curva y proseguía recto hacia mí. Me incorporé asustada debido a la velocidad que llevaba y se detuvo justo delante mía, comencé a toser debido al polvo que había levantado con su repentina frenada. Un hombre me invitó a subir al carruaje. Una vez estuve sentada frente a él me presenté como pude entre la traicionera tos. 
-Perdone que no le haya agradecido el detalle de invitarme a subir a su carruaje. Me llamo Lucy- Le estreché la mano que él apretó entre risas.
-No, perdóneme usted, señorita, por ser el causante de esa tos. Mi cochero corría demasiado pero necesito llegar cuanto antes a casa, hoy tengo una visita y necesito ser puntual aunque ya llevo cinco minutos de retraso-Agregó.
-Claro, le comprendo, la cortesía es lo primero. Desgraciadamente yo también llego tarde a mi cita y estoy un tanto apenada por ello, no me gusta ser impuntual ¿Comprende usted?- Dije intentando iniciar una conversación hasta que me pudiera dejar lo suficientemente cerca de mi destino.
-Por supuesto, señorita Lucy, una jovencita de su posición no debe hacer esperar a su amado en ninguna circunstancia, podría preocuparse con razón- añadió dejándome despistada y sin saber qué contestar, me había dicho “señorita Lucy” y yo aún ni conocía su nombre.
-¡Oh! No, no he quedado con ningún amado- empezaba a sentirme incómoda  y notaba en mis mejillas un calor intenso. Intentaba que no se colorearan pero cuanto más pensaba en cómo sería mi aspecto en ese momento, más color cogían, así que decidí bajar la mirada como recurso pero no dio mucho resultado.
-¡Vaya! ¿Y entonces a dónde se dirige? Perdone si soy un poco indiscreto, no responda si no le apetece- Me dijo entornando una sonrisa, por un momento creí que le gustaba ese juego de ver cómo mis coloretes iban enrojeciéndose por segundo.
-Tengo que dirigirme a la casa del señor Joseph Lemacks ¿Sabe usted si falta mucho para llegar? Como le he comentado, yo también llego tarde- Agregué y dirigí la mirada hacia la ventana del carruaje. Descifraba un manto verde  de hierba y algún que otro árbol. Olía a tierra y me encantaba ese olor que avisaba lluvia.
-Pues no se preocupe, señorita Lucy, Joseph Lemacks le perdona su tardanza- dijo extendiéndome la mano- Yo soy la persona con la que tenía que encontrarse y usted es la cita por la que corría con tanta prisa por estos caminos- Sentenció con una sonrisa desenfada.
-Encantada, señor Lemacks- La situación me superaba, ahora sentía que mis mejillas se iban a poner moradas y mi corazón iba a estallar. ¿Cómo podía ser el señor Lemacks? Creí que iba a impartirle clases a la hija de un señor viudo, millonario, viejo y feo, sin embargo me había equivocado pero sólo en lo de viejo y feo. El señor Lemacks era demasiado joven para ser viudo y no era feo, tenía el cabello oscuro y algo despeinado, sus ojos eran de un marrón intenso y tenía un aire de gallardía que me ponía nerviosa. Desde luego no era el mejor encuentro para una institutriz que esperaba servir a aquel caballero en lo que a la educación de su hija se trataba. 
Habíamos llegado a la mansión de los Lemacks y un hombre bajito y rechoncho nos abrió la puerta del carruaje. El señor Lemacks me invitó a bajar primero. La casa era demasiado grande para una muchacha que había vivido siempre en un modesto piso de ochenta metros cuadrados. Un extenso jardín se extendía ante mí y un labrador vino a darme la bienvenida, era precioso y no pude resistir acariciarlo y juguetear con él. De pronto, una niña de unos seis años corría en brazos de su padre y él me presentaba como su nueva amiga a lo que la niña contestó que no quería más amigas sólo a su padre. Se negó a recibirme y el señor Lemacks me pidió disculpas, le dije que no se preocupara, tampoco me había imaginado una bienvenida triunfal entre trompetas y  vítores como Julio César a su llegada a Roma tras la muerte de Sila. 
Cuando me instalé en mi habitación y reparé en que sólo llevaba como compañía el libro de Emily Brönte, “Jane Eyre”, lo entendí todo. Me eché sobre la cama y pensé que tendría que dejar de leer este tipo de novelas que me hacían fantasear tanto y cuando me quise dar cuenta volvía a quedarme dormida y una espiral de sensaciones me invadió. Me desperté aturdida entre unas sábanas blancas de hotel. Me desperecé y miré por la ventana. Carteles de “New Orleans” por todos lados llamaban mi atención, sin embargo me daba la impresión de estar viendo una fotografía de esas que son en blanco y negro. Los coches eran muy antiguos entre ellos identifiqué un Mercedes-Benz 170 y si mi memoria no me traicionaba ¡Ese modelo era típico  en la América de 1930! Casi me desmayo de la emoción. Un pequeño salto en el tiempo y estaba en un local no demasiado grande pero tampoco pequeño, ataviada con un traje blanco de flecos y grandes ondas en el pelo. Fumaba un cigarrillo y el carmín rojo de mis labios quedaba tatuado en este. De pronto, luz un poco más tenue y las Boswell Sisters salían a escena. Las personas bailaban sin parar y yo, por supuesto me uní sin dudarlo un segundo. Primero nos deleitaron con Crazy people y le seguía muy de cerca un Shuffle off to buffalo que no dejó indiferente a nadie. Un americano, cuya cara me resultaba familiar, me invitó a tomar el aire y salimos de aquel local inundado por el humo. Fuera hacía frío y para calentar mis labios me encendí un cigarrillo mientras él hacía lo mismo. Seguía teniendo frío y él interpretó a la perfección mi baile de mover primero una pierna y luego la otra.
-¿Tienes frío? Me hace gracia como mueves las piernas, desde luego llevas el ritmo en la sangre- Dijo mientras se quitaba la chaqueta negra y se quedaba en la intemperie con una blusa blanca y una pajarita negra que no le quedaban nada mal. Me puso su chaqueta sobre los hombros y entonces le reconocí ¡cómo no haberme percatado antes! Esa elegancia a la hora de hablar que hasta cuando callaba parecía interesante. Era él, Humprey Bogart, quien me había dejado la chaqueta. Me explicó que cerca de donde nos encontrábamos había un restaurante donde servían un vino exquisito. No pude rechazar la invitación y seguramente allí podría entrar en calor. Estuvimos hablando casi toda la noche; me encantaba hablar con tanta tranquilidad, como si el tiempo y el espacio quedaran recluidos en un segundo plano sin importarnos más que el momento presente. Creo que ambos sabíamos que nuestro encuentro era algo pasajero pero íbamos a disfrutarlo y a vivirlo al máximo. 
Llegué al hotel cansada y feliz, aún tenía el recuerdo de sus ojos y de su sonrisa. Me eché en la cama pensando en todo lo que había ocurrido y creyendo que nunca más querría volver al presente, pero entre tantos sueños ¿Cuál era mi presente? Casi me volvía a quedar dormida cuando de pronto llamaron a la puerta. Me desperté sobresaltada, en ese instante, mi hermana se presentó corriendo en mi habitación con la cara blanca. Me dijo que me escondiera bajo la cama y ella se metió entre mis sábanas que seguían calientes. Escuché golpes secos y la puerta se abrió, me tapé la mano con la boca mientras unas botas negras y unos pantalones azules se paraban delante mía. Creía en mi convicción, era lo único que me quedaría de ahora en adelante. Sentía miedo, no lo voy a negar sólo tenía diecinueve años. Mi hermana gritó y justo cuando empezó a llorar, unas manos me agarraron del pelo y me arrastraron por la habitación hasta llegar al salón. Llevaba un camisón color carne que trasparentaba mi silueta femenina. Estaba arrodillada ante seis camisas azules, sólo podía mirarles con odio las cinco flechas y el yugo. Estaban tan cerquita del corazón que deseaba con todas mis ganas que se lo atravesaran. Me preguntaron si sabía por qué estaban allí a lo que no respondí. Me levantaron del suelo cogiéndome fuertemente por barbilla y me explicaron muy despacio que me detenían por ayudar al bando republicano. Me concedieron cinco minutos para vestirme y despedirme de mi hermana que lloraba sin parar y a la que amenazaron con llevársela también. Le di un beso en la mejilla, supe que sería la última vez que la tendría tan cerquita. Caminamos hasta un coche negro que esperaba en la puerta de la casa y me montaron. No sabría explicar qué sentí en esos momentos, valor y miedo, agobio, frío, soledad y angustia porque sabía que no se acabaría rápido sino que sería tortuoso. 
Esperaba tener la firmeza suficiente como para afrontar todo lo que me venía encima. Grité “Arriba la república” y un disparo sentenció  mis palabras y las palabras del de al lado. Nos callaron y nos sepultaron en el olvido, entre cal y cuerpos sin nombres. Cuerpos olvidados pero con historia. Una historia común por la que peleábamos y con la que acabaron. La Guerra dividió a la población con odio y sangre. No había libertad y lo peor es que aún en el presente no la hay. Me desperté asustada y respirando profundamente. Estaba viva y tenía el  pijama de Snoopy. Había vivido demasiados sentimientos esa noche. Me golpeé varias veces el cachete y me pellizqué el brazo para ver si este presente que vivía ahora también era un sueño. No he vuelto a volar a través de los sueños. Son las dos de la mañana y las fuerzas me vencen así que dormiré un rato, quizá despierte en otra época mejor o peor, al fin y al cabo nunca sabremos distinguir la realidad de la ensoñación. 
Fin (por ahora)

viernes, 17 de agosto de 2012

Poem "A charmed life"


A charmed life

When you wake up
And the dew is in the leaves of a tree,
You’re in harmony with your soul.
While you listen to the singer birds,
Your eyes are crying
And half a smile appears.
Few metres from you,
a daisy is flowering.
You had never felt to be in peace.
At the moment,
your blood is going quickly.
TIME to feel good.


This is my first poem in English, I'm sure I have some mistakes. Occasionally, I write poems in English because I think is very important to practice the language and learn a lot of vocabulary.
So, what is the best way to do that writing? It's AMAZING :)