Estaba
desayunando una tostada con mantequilla mientras leía el último libro de la
Trilogía de Martín Ojo de Plata; era un día nublado, el cielo estaba grisáceo y
el olor a tierra mojada que entraba por la ventana me tranquilizaba. Nada más
terminé de devorar aquella suculenta tostada y cien páginas del libro, pensé
que sería una muy buena idea darme un baño de agua caliente. Más tarde
recogería un poco la casa para que estuviese decente ante cualquier inesperada
visita. Tras haber pensado esto último, me pregunté quién iba a tener la
amabilidad de visitarme un sábado de otoño cerrado en lluvia, así que decidí
posponer la limpieza hasta el domingo por la tarde ya que mis padres no
llegarían hasta el lunes. Estaba sola en casa y me encantaba. Mi madre se había
marchado intranquila, pero yo le repetí hasta la saciedad que disfrutara del
fin de semana con mi padre, ¡yo sería la mejor guardiana de nuestra pequeña
guarida y si alguien osaba importunarme, blandiría mi espada y le daría muerte
al villano! Mi madre se marchó riéndose y diciéndome que aún teniendo casi
veinte años, millones de pajaritos habitaban en mi cabeza. Era cierto y no lo
pude rebatir, en el fondo había elegido estudiar Magisterio porque encerraba en
un cuerpo adulto, la imaginación de una niña.
Los
cristales estaban empañados y fuera hacía mucho frío. Encendí la chimenea con
algunos troncos y mucha paciencia; al final terminé llenándome toda la cara de
hollín. Mi perro acudió a resguardarse del frío y se colocó delante, casi
roncaba del gusto. La tarde fue discurriendo sin acontecimientos importantes,
había decidido no ir a la fiesta de cumpleaños de mi amiga ya que el plan no
llamaba mi atención y temía pillarme un constipado. A las ocho y cinco minutos
de la tarde pensé que el mejor plan para la noche sería comprar Rámen en la
tienda china que hay cerca de mi casa. Es una alegría que haya una tienda china
abierta dieciocho horas al día cada dos pasos.
De vuelta con
mi paquetito de Rámen, me di cuenta que la barriada estaba muy oscura, tan sólo
divisaba la silueta de los coches gracias a la poca luz que me ofrecía la luna.
Mi vecina de al lado, que siempre está tras la puerta, salió a comentarme que
se había ido la luz en toda la manzana y me acompañó a casa para que encendiera
una vela, ella me ayudaría. ¡Já! Cómo si yo fuese retrasada y no pudiera
hacerlo solita; insistió tanto que accedí. María, que así se llamaba la vecina,
era el ejemplo prototípico de lo que conocemos como una señora metomentodo o marujona perdía como digo yo. Llevaba
una falda marrón de pana y un jersey de cuello vuelto beige. En la cabeza tenía
unos rulos envueltos en una redecilla, era toda una obra de arte digna de
contemplación. Una vez pude echar a
María, llamé a Milú, mi perro, pero no apareció por ningún lado. Imaginé que
al quedarse solo y a oscuras, se habría asustado y estaría escondido en el
último rincón de la casa que estaba en penumbra y daba un pelín
de miedo alumbrada sólo por la única luz de una mecha encendida. Al no haber
luz, no había electricidad así que me había quedado sin Rámen, qué penita más
grande me entró. Justo en ese momento, llamaron a la puerta con dos golpes
secos. Abrí muy decidida creyendo que sería de nuevo María, vendría a preguntarme alguna cosa o a hacerme
compañía, pero me equivocaba. Ante mí, había una corpulenta silueta con un
chubasquero negro y botas de agua.
-Buenas
noches, señorita; debido al actual corte de luz producido en todo el recinto a
causa de un cortocircuito, estamos haciendo una revisión en todas las casas
para comprobar la tensión ¿Le importaría si entro a comprobar su contador?- me
dijo con voz aterciopelada y tranquila.
-Es que,
verá usted, estoy sola en cas…- ¡Error! Había dicho que estaba sola.
-Pues por
eso mismo, déjeme pasar y comprobar lo que le he dicho, así si vuelve la luz no
habrá opción de que se produzca alguna avería.- terminó de decir cada una de sus
palabras con una tranquilidad que daba miedo. Intentaba verle la cara pero era
imposible debido a la oscuridad.
-No,no
gracias. Si eso ocurriese llamaría a la compañía y entonces usted volvería. Que
tenga buenas noch…- dije mientras cerraba la puerta pero no pude terminar cuando
aquél hombre interpuso su pierna entre el marco y la puerta. Forcejeé con el
hombre para cerrarla, y la verdad, no sé de dónde conseguí aunar fuerzas, pero
terminé por atrancarla de un empujón; imagino que los nervios y el miedo se
unieron para ayudarme. Miré por la mirilla y la silueta seguía fuera, parada,
quieta, expectante. En ese momento, un rayo iluminó la entradita y pude
contemplar su cara ¡Oh, Dios mío! Era la cara de un hombre retorcido y cruel, de un hombre que no ama a las personas. Era la cara de un loco. Tenía los
ojos muy abiertos y la boca un poco torcida. Su voz ahora era la de un psicópata.
-Boniiiiiiita,
ábreme que sólo quiero ayudarte. Si no lo haces por las buenas, tendré que
ayudarte por las malas. ¿Estás ahí, linda? Seguro que sí, puedo sentir tu
respiración y el latir de tu corazón. Es inquietante-suspiró- me encanta
provocar ese estado a una persona antes de matarla.
¿Había dicho
“matarla”? ¿Es que iba a morir? Aparté por un instante la vista de la mirilla,
cerré los ojos y me tranquilicé; cuando volví a mirar, el hombre había
desaparecido; fue un susto de lo más cruel y atroz, esperaba que sólo fuese una
apuesta, una broma pesada o un sueño. Me pellizqué varia veces pero nada,
entonces lloré y me acordé de mis padres, todo sería diferente si ellos
estuvieran aquí, y de mis amigos que estarían celebrando todos juntos el
cumpleaños de nuestra amiga. Me resbalé
por la puerta hasta tocar el frío suelo y en ese momento escuché un ruido en la
segunda planta, quise creer que era el viento o Milú jugando. Me armé de
valor, cogí un cuchillo de la cocina y una linterna, después comencé a subir
despacio las escaleras. Entré en el cuarto de baño y todo estaba como lo dejé,
entré en el cuarto de mis padres y todo estaba tal cual, respiré aliviada. Por
último, me adentré en mi habitación que estaba oscura y el viento me daba en la
cara; no recordaba haber dejado la ventana abierta. Apreté el cuchillo y
enfoqué la pared blanca del cabecero que había adoptado pequeñas hileras de un
color burdeo. La sangre chorreaba hasta el suelo y encima de mi cama estaba
Milú degollado. Aún respiraba. Se me cayó la linterna de la mano y mis ojos
se inundaron de lágrimas. Pensaba que tenía que huir, pero el miedo y el
impacto me dejaron anclada en el suelo. Una mano apretó el vientre mientras
otra me forzaba a tirar el cuchillo,
después tapó mi boca. Sentí la respiración de aquél loco en mi cuello.
-Shhhh… Ya
te dije que si no me dejabas entrar por las buenas, tendría que hacerlo por las
malas, no me has dejado otra opción.- me
aterraba la forma en que pronunciaba las palabras, con calma y sin titubeo, yo
en cambio balbuceaba y lloraba como un niña. En ese momento todo me daba lo
mismo; pensé que me degollaría como había hecho con mi perro. No me daba miedo
morir pero me horrorizaba sufrir para morir. Esperaba al menos que aquel
lunático acabara pronto conmigo, sin contemplaciones como había hecho con mi fiel
amigo.
Poco a poco
fue quitándome la mano de la boca mientras me advertía que no gritase. Entre
hipidos y lágrimas, le hice caso. Me limpió las lágrimas pasando su sucia y
asquerosa lengua por ellas. Toda la rabia se me acumuló en el estómago y en un
descuido, cogí el cuchillo del suelo y se lo clavé en el brazo izquierdo. Salí
de la habitación corriendo mientras aquél hombre me maldecía y la ira se
apoderaba de él. Bajé corriendo las escaleras mirando hacia atrás
constantemente para ver si me seguía. Tropecé y caí rodando, escuché el crujido
de mi pierna izquierda. Intenté
levantarme pero las fuerzas habían mermado, era imposible correr. Había sólo
diez pasos hasta la puerta de la calle, con suerte y mucha rapidez podría salir
a la entrada y gritar para que los vecinos se enteraran. Justo cuando comenzaba
a arrastrarme, un puñetazo fue a parar a mi pómulo derecho y noté un regusto a
hierro en mi boca. Un hilillo de sangre caía por la comisura de mis labios y manchaba
la alfombra gris.
Me incorporé como pude
y justo delante mía estaba aquél loco que me había roto el labio superior.
Comenzó a reírse mientras me cogía de los pelos y me levantaba del suelo
bruscamente. Mi cuerpo temblaba, dos segundos después me dejó caer de nuevo
produciéndome un terrible dolor en mi pierna rota. Chillé como nunca antes
había chillado. Miedo, dolor, angustia, nervios, quemazón y soledad. Todo
aquello lo sentí en mi estómago. No entendía qué quería de mí, si hubiera
intentado violarme ya lo habría hecho, de la misma forma, si hubiera querido
matarme también lo habría hecho. ¿Le gustaba ver sufrir a las personas? ¿A caso
era uno de esos psicópatas que salen en las series americanas y disfrutan
provocando dolor a personas indefensas? Sollozaba en el suelo, esperando
recibir otro golpe o alguna patada. Me cogió ambas piernas y me arrastró por
todo el salón mientras yo forcejeaba y gritaba para intentar liberarme de aquellas
manos que me presionaban los tobillos y me provocaba un fuerte dolor en mi
fractura, hubiera aullado de dolor pero comprendí que quizá eso le gustaría,
así que ahogué mi grito. Lo perdí de vista un momento que aproveché para pedir
auxilio, quizá con suerte, alguien pasara
cerca de casa y me ayudaría. No veía nada, tan sólo la vela que seguía
encendida encima de la mesa. Giré mi cabeza y contemplé que aquel loco
despiadado estaba sentado en el sillón jugueteando con el cuchillo. Se
incorporó y cogió la vela para calentar la hoja lenta y maliciosamente. No sabía qué pretendía pero sentí muchísimo miedo, hubiera deseado
haber muerto antes de saber todo lo que me esperaba.
(...)
¿Continuará?
¿Continuará?
¡Que continúe! ¡Por la memoria de Milú!
ResponderEliminarPor dios ¡¡¡cómo nos puedes dejar con la intriga!!!!. Por favor que continúe. Me ha encantado, has conseguido que mientras leía el relato pareciera que lo estaba viendo en primera persona. Estoy deseando que cuelgues la continuación porque necesito saber como terminará esta historia.
ResponderEliminarLucía muy bueno el personaje de María y la descripción del loco xD me lo he imaginado de tal manera que me han dado hasta escalofríos xDD. Esperando ansiosa la continuación :)
Gracias a los dos :)
ResponderEliminarTendré que hacer la continuación sí o sí, creo que voy a empezar a escribir ahora mismo; de hecho el tiempo acompaña (lluvia, frío y tormenta) Jajajajaja ^^
Niña, qué angustia me has dejao metía en el cuerpo xD
ResponderEliminarQueremos saber cómo sigue, así que dale caña ;)
Ya colgaré la II parte. La verdad es que es más cortita porque no pensaba hacerla; quería haber dejado este relato así pero viendo que ya sois cuatro personas las que me habéis pedido que lo continúe, lo haré ^^
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