Perdida
en la ambivalencia de mis sentimientos
arrastrados
por el viento,
me
encuentro con total desaliento.
La
sequía ha dejado estragos por mi cuerpo,
ya
no me calma el agua ni tampoco los besos.
La
cadencia de la melodía acompasada de mi corazón
se
aleja temerosa de la maliciosa razón.
Todo
lo asemejo con un negro y crepitante caparazón
que
se resquebraja con los rayos del sol.
Mis
manos se mueven rápidas sobre el teclado
expresando
la verdad con cuidado.
Como
una gran noria que no para de dar vueltas,
se
alimenta la pena para dar paso a la contienda.
Hay
un malestar en mí que nada lo arregla,
sólo
me calma las balas disparadas con certeza.
Ya
todo terminó,
como
un triste y apagado dominó.
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