Hace
sólo una semana estaba sentada en un gran salón escuchando discursos y sollozos
de quienes han sido mis compañeros durante cuatro años. Hace una semana me
colocaron una toga y me entregaron un merecido diploma que hablaba de
constancia, de confrontaciones, de alegrías y también de resignaciones.
Entre
todos los mensajes de felicitaciones que se iban diciendo casi sin pensar,
quedé absorta en un universo paralelo pensando sobre la vida, en general y en
particular. Escuchando en un segundo plano todas los elogios que se iban
diciendo, nunca está de más que nos digan cosas bonitas, eso es cierto, pero no
pude evitar aislarme. Fueron unos pensamientos turbulentos, recordaba las
cansadas mañanas mirando fijamente la cafetera mientras el peculiar borboteo
del café me alejaba del paso del tiempo y de los problemas.
Comprendí
en ese instante que tenemos que ser la mejor versión de nosotros mismos. No me
refiero en absoluto a competir con los demás para ver quién es el mejor, sino
una competición introspectiva para ver cómo puedes ser el mejor de ti mismo;
para ello, lo más acertado es disfrutar haciendo lo que realmente te gusta
porque las cosas hechas con amor y convicción siempre son las mejores.
Tuve
claro en ese instante que la educación y los valores que nos definen los
tenemos que llevar enarbolados durante el serpenteado camino al que llamamos vida.
Serán nuestros pilares, algo que nada ni nadie nos podrá arrebatar. En ese
recorrido tenemos que estar abiertos a conocer mundo con el corazón alejado de
la razón porque a veces éstos se repelen. Quiero decir, sentir más y pensar menos;
debe ser un gustazo acostarse tras haber tirado por la ventana las negras
bolsas de basura que nos comen espacio y nos hacen tener una maraña negra de
problemas ocupando nuestras cabezas. Es hora de coger un extremo de la maraña,
desenredarla y tirarla a donde queramos.
También
pensé que es algo insensato no pedir ayuda o decir “perdóname” de vez en
cuando, siempre es un buen paso para aprender y escuchar a los que nos rodean.
Lo mejor, sin duda, es rodearte de buenas personas, de esas que te quieren y te
desean de corazón lo mejor.
Quizás,
es más importante hacer que esperar. Emprender con paso decisivo algo que
realmente quieras, estoy segura de que nuestro yo del futuro nos lo agradecerá eternamente. Así mismo, es
interesante dar las gracias y compartir las cosas buenas que nos rodean. Y
cuando me refiero a compartir no es sinónimo de dar lo que nos sobra. Para mí
la palabra compartir es dar una parte o el todo de algo que es tuyo y que por
tanto tiene valor, puede ser también dar algo de ti, pero bajo ningún pretexto
es dar lo que no necesitas o lo que te estorba.
Elige
bien con quien y de qué forma quieres compartir el resto de tu vida, no es una
decisión que tenga que ser tomada a la ligera. Tómate tu tiempo, si hace falta
puedes consultar tu inquietud con los amigos que te rodean, seguro que ellos siempre tendrán
las palabras acertadas y los mejores consejos.
Y
por último, dale las gracias a tus padres porque ellos siempre te han dado lo
que has querido y ha estado dentro de sus posibilidades. Ellos te educaron para
ser la personita en que te has convertido hoy, es cierto que quizás no vayas a
crecer más centímetros en estatura pero sí puede crecer el corazón, por eso
disfrutar de la vida es la mejor opción.
Fin del viaje ¡Hasta pronto!
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